Nuestra Creencias
Lo que uno cree o rechaza acerca de Dios influye en la manera en que uno vive. Todos creemos en algún tipo de deidad en quién buscamos encontrar propósito y valor. Algunos creen que la riqueza material les traerá felicidad y seguridad. Otros buscan encontrar valor y aceptación en las relaciones que tienen. Pero cuando nos encontramos ante el sufrimiento, la perdida y por último, la muerte, todos por igual tenemos que evaluar la veracidad de nuestras creencias.
Los cristianos creemos en un grupo de verdades, a estas les llamamos doctrinas. Estas doctrinas definen y distinguen nuestra fe de las otras religiones y permiten que tengamos la unidad entre los seguidores de Jesús. En Comunidad de Gracia mantenemos seis verdades doctrinales de nuestra fe. Reconocemos que existen otros temas que también se deben evaluar. Procuramos mantener la unidad en aquellas áreas al reconocer que Dios nos ha dado las escrituras, las cuales permiten suficiente espacio para tener diversidad en una comunidad asombrosa de creyentes.
Reconocemos las siguientes seis doctrinas como base de la fe cristiana
Tenemos una declaración escrita que delinea nuestra fe. Aquí encontrarás las seis declaraciones doctrinales. Junto con cada explicación doctrinal, tenemos una lista de preguntas para su consideración seguidos por la declaración formal de cada doctrina.
Si tienes alguna pregunta acerca de nuestras creencias, acerca de la Biblia, o que significa ser un seguidor de Jesús, favor de comunicarse con el Pastor Gabriel Meiers en gabem@gracecc.net
Nosotros creemos que las escrituras enseñan las siguientes verdades básicas (fundamentales)….
Nuestras creencias
Como fundamento de nuestra fe, confiamos en el poder y la autoridad de Dios y de su palabra. A lo largo de la historia, Dios se ha revelado a través de profetas, jueces, Su Hijo, el Espíritu Santo y la Biblia. Retenemos que las Escrituras nos ayudan a entender quién es Dios. Las siguientes declaraciones de creencias presentan nuestra comprensión de quién es Dios y quiénes somos como nosotros como creación.
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Creemos que, Las Escrituras del Antiguo y Nuevo testamento, son verbalmente inspiradas por Dios, exentas de error en los escritos originales, y la máxima autoridad en la Fe y la vida. (2Tim. 3:16; 2 Pedro. 1:19-21; Mateo 4:4.) La palabra de Dios es poderosa para transformar las vidas de quienes reciben esta revelación por Fe.
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Solo hay un Dios vivo, verdadero, fiel y Santo, eternamente existiendo en tres personas: El Padre, El Hijo, y el Espíritu Santo. (Deut. 6:4; Isa. 43:10; Mateo 28:19; 2 Cor. 3:14)
Dios el Padre, como Creador eterno, ordena y dirige todo de acuerdo a Su propia voluntad y agrado. Él es lleno de gracia y de manera voluntaria está involucrado con la humanidad. El escucha y responde a nuestras oraciones, y es El quien salva del pecado y muerte espiritual a todo a quien viene a Él por medio de Jesucristo. (Juan 5:19-24; Efesios 1:3-14; 1 Pedro 1:3)
Dios el Hijo, Jesucristo, es el eterno hijo de Dios, nacido de la virgen. Como Dios y Hombre, vivió una vida sin pecado, murió siendo el sacrificio permanente, su cuerpo fue resucitado de entre los muertos, ascendió al cielo, y de manera presencial ejerce Pastoreo sobre Su Iglesia. El intercede por nosotros como nuestro más alto Sacerdote y Abogado, hasta que su inminente, visible y regreso personal, llame a su iglesia de la tierra con El. Cristo va a establecer Su Reino sobre la tierra siguiendo el periodo de la Gran tribulación. (Juan 1:1-18; 1 Cor. 15:3-5; Hebr. 2:17-18, 4:14-16; 1 Tesalonicenses. 4:13-18; Filipenses 3:20-21; Santiago 5:8-9; Apocalipsis 3:10, 19:11-20:3)
Dios el Espíritu Santo, lo vemos activo en la creación, en la escritura de la Biblia, en el ministerio de Jesús en la tierra, y en la obra de la Salvación. De manera presencial, El convence al mundo, les da nueva vida a aquellos que ponen su confianza en Cristo y les permite a los creyentes crecer espiritualmente, y empodera al cuerpo de Cristo a cumplir Su Misión. (Gen. 1:2; 2pedro 1:20-21, Efesios 1:13-14; Juan 16:4-15; Romanos 8)
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Jesucristo murió por nuestros pecados como el único calificado sustituto de sacrificio. Su muerte y resurrección pago por la pena de la muerte espiritual de la humanidad, haciendo posible el perdón (de Dios) para el hombre.
Todos los que creen en Cristo como su único Salvador, son nacidos de lo alto por el Espíritu Santo y son transformados en hijos de Dios para siempre, una relación en la cual están eternamente seguros. Esa relación se demostrará por si sola a través del crecimiento al ser más y más como cristo, en santidad personal, amor por la familia de dios y en ser embajadores de la misión de cristo al mundo perdido. (Juan 1:12, 3:16, 5:24, 14:6; Hechos 4:12; Romanos 3:21-26, 5:6-11; Colosenses 2:14, Tito 3:4-7; Gálatas 3:26; 1 Juan 5:11-13)
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Los verdaderos creyentes en Jesucristo pertenecen al cuerpo universal de Cristo, Su iglesia, y son dirigidos por la Palabra de Dios a ser bautizados públicamente, como profesión de su salvación y a convertirse en participantes activos en una iglesia visible local. La iglesia local deberá estar sujeta en todas las áreas a Jesucristo, como la cabeza. Ella demuestra obediencia en cooperación con congregaciones fervorosas, y en asociación juntos, buscando la unidad, santidad y una Misión. (1 Cor. 12:12-13; Mateo 28:19; hechos 2:41-47; Hebreos 10:24-25; Colosenses 1.)
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El hombre fue creado a la imagen de Dios para disfrutar su compañerismo y cumplir su voluntad en la tierra. El hombre peco y por lo tanto, incurrió la muerte física y espiritual. Todo ser humano es nacido con naturaleza pecaminosa, y comete actos pecaminosos en pensamiento, palabra y obras (acciones.) Fuera de la salvación en Cristo, el hombre está sin esperanza y condenado a estar separado de Dios, para siempre. (Gen. 1-3; Rom. 1:18-32; 3:10-23, 5:12-14; Efesios 2:1-4)
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Todo ser humano experimentara la resurrección de cuerpo. Los verdaderos creyentes en Cristo podrán experimentar el gozo de una eternidad con Dios. Los que no son creyentes van a experimentar el castigo de la continua separación de Dios y de todo aquello que es bueno. (Juan 3:16-21, 5:21-19: Hechos 24:14-15; Apocalipsis 20:11-15)